Axl Rose ya no canta igual, pero en Barcelona dejó claro por qué sigue siendo leyenda
Axl Rose fue criticado por su voz, pero en Barcelona lo dio todo durante tres horas en un show vibrante junto a Slash y Duff. La prensa, vetada por la banda, no quiere contarte lo que realmente pasó. Aquí te lo contamos sin filtros: energía, emoción y una conexión total con el público. Guns N' Roses, más vivos que nunca.
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Guns N’ Roses en Barcelona: un reencuentro épico con la entrega como bandera
La noche del concierto de Guns N’ Roses en Barcelona fue, para muchos, un acto de celebración, redención y, sobre todo, resistencia. En una época donde abundan los filtros, los espectáculos medidos al milímetro y las giras impersonales, lo que ofrecieron Axl Rose, Slash, Duff McKagan y compañía en el Palau Sant Jordi fue auténtico: tres horas largas de rock sin concesiones, con sus luces y sus sombras, pero lleno de verdad. Porque aquí no se vino a ver una banda reproducir un disco como si fuera una máquina, sino a unos músicos dejándose el alma para que el público viviera una experiencia única.
Axl Rose: entrega, carisma y una conexión real con el público
Sí, es cierto: Axl Rose ya no tiene la misma voz que hace 30 años. ¿Y quién la tiene? Pero lo que algunos ven como una debilidad es, en realidad, una muestra de valentía. El líder de Guns N’ Roses no se esconde, no se apoya en coros pregrabados ni en trucos de edición. Sale al escenario, corre de un lado a otro, interactúa con el público, bromea con sus compañeros y lo intenta todo, absolutamente todo, por alcanzar esas notas míticas que un día definieron a toda una generación. Y aunque a veces no llegue, lo que emociona es que lo intenta con el corazón.
Axl es, además, uno de los principales impulsores de que el show dure tres horas completas. Lo ha defendido en numerosas ocasiones, incluso cuando Duff ha comentado en entrevistas que preferiría algo más corto. Esa decisión dice mucho: no es comodidad, es respeto por los fans. Y durante todo el concierto lo dejó claro con sonrisas, gestos de complicidad, palabras de agradecimiento y una actitud generosa con todos, dentro y fuera del escenario.
Frente a eso, las críticas repetitivas y poco constructivas de algunos medios resultan no solo injustas, sino cansinas. El rock no necesita más periodistas que escriben desde el prejuicio o desde el titular fácil. Por eso, a más de uno nos alegró saber que ciertos medios habían sido vetados: cuando no se aporta nada nuevo ni se hace crítica con fundamento, tal vez es mejor quedarse en casa.
Slash: la leyenda viva que sigue sorprendiendo
Si Axl pone el corazón, Slash pone el alma. Lo suyo no es sólo técnica, es presencia. Desde el primer riff hasta el último acorde, el guitarrista de sombrero eterno se mostró en plena forma. Sus solos fueron, sencillamente, increíbles: llenos de pasión, precisión y ese equilibrio perfecto entre fidelidad a lo original e improvisación creativa. No hubo exceso ni divagación, cada nota tenía intención, cada pausa generaba expectación. Fue una clase magistral de cómo seguir sorprendiendo incluso después de décadas tocando los mismos temas.
Y pese a su carácter reservado y su silencio verbal habitual, Slash estuvo más expresivo que nunca: saltando, corriendo, sonriendo, regalando miradas cómplices a sus compañeros y gestos de complicidad al público. Hubo momentos en los que, si uno cerraba los ojos, podía sentirse en 1992… pero con la ventaja de saber que no era un recuerdo, sino una realidad vivida en presente. Y eso vale oro.
Isaac Carpenter: un merecido reconocimiento entre gigantes
Mucha gente (me incluyo) fue al concierto con cierto escepticismo hacia Isaac Carpenter, el batería que ahora acompaña a la banda en esta gira. No porque lo haga mal —de hecho, todo lo contrario—, sino porque existe una nostalgia inevitable por no haber apostado esta vez por Steven Adler o Matt Sorum. La idea de ver de nuevo esa sonrisa inconfundible de Adler en un escenario con los Guns era un sueño para muchos, y al no cumplirse, es fácil dejarse llevar por el prejuicio.
Pero Carpenter se ganó su lugar con creces. Su actuación fue un derroche de energía, potencia y precisión. Golpeó con intensidad, marcó el ritmo sin titubear y sostuvo el largo concierto con una resistencia admirable. Su pegada fue especialmente contundente en los momentos clave, y supo dotar de personalidad propia a canciones que llevan décadas en el imaginario colectivo. Aunque su presentación fue recibida con menos entusiasmo que otros miembros, demostró que no está ahí por casualidad. Se ganó el aplauso, aunque algunos hayamos tardado en dárselo.
Un concierto de verdad, sin filtros ni artificios
El show de Guns N’ Roses en Barcelona fue largo, intenso, imperfecto… y por todo eso, profundamente humano. En un tiempo donde muchos artistas optan por sets reducidos, efectos sobrecargados o playback encubierto, esta banda —ya veterana— opta por lo contrario: darlo todo, sin trampa ni cartón. A veces el sonido no es perfecto, a veces la voz no alcanza todo lo que uno desea, pero ahí está el mérito: en la entrega, en la honestidad, en ese deseo de conectar de verdad con la gente.
Y esa conexión se vio y se sintió: en las caras emocionadas del público, en los brazos alzados en cada clásico, en los aplausos que no cesaban. Fue una noche para recordar, no porque todo fuera impecable, sino porque todo fue real.
Gracias, Guns N’ Roses
Gracias por volver a España, por hacer una parada en Barcelona que no fue un trámite, sino una auténtica celebración del rock. Gracias por demostrar que todavía hay espacio para la pasión, la entrega y el respeto por el público. Esperamos que Axl siga encontrando una fórmula que le permita cuidar su voz sin renunciar a dar show. Esperamos que sigan tocando, creando, sorprendiéndonos.
Y, sobre todo, esperamos que vuelvan pronto. Porque aquí se les quiere. Se les quiere de verdad.